¿Y de Andrés Felipe qué?
Hay días que el mundo es una plasta de cualquier cosa. Nos levantamos y nos preguntamos y ahora qué y seguimos derechos sin darle respuesta a la interrogación como si fuéramos seres sonámbulos. Que nadie se atreva a hacernos la pregunta aquella que alguien le hace a otro vecino que camina con la frente contraída: ¿Qué te pasa?, porque podríamos matar la vaca. Estos días de Arias son esos días, el sol ha elevado la temperatura del clima y las mañanas se hacen insoportables, alguien grita y ese grito afecta a medio barrio, montarse en un autobús es un martirio, caminar por las calles de la ciudad ya no es un acto que se disfrute, tampoco lavar la losa ni la ropa, ni sentarse en el computador, ni charlar virtualmente con gente que uno nunca ha visto en su vida, ni verle el rostro al Presidente de la república de Colombia todas las tardes. Lavar el carro, comprar el pan, llegar de compras de la tienda, ir al baño, y nada, nada es más triste que leer prensa escrita, abrir una página y verle el rostro sonriente al tipo Arias nos saca de casilla y nos hunde en la tristeza. Hasta lograr ver los novios agarrados de las manos a través del vidrio de la ventana nos contrae la existencia, para qué besos, para qué el matrimonio, para qué los hijos si el mundo es una plasta de mierda. No hay futuro me dice una amiga, porque el futuro fue destruido. Y ya no vale la pena pensar tanto en él, porque se lo llevó la muerte, ésta de la pandemia y la otra, la del gobierno. Salir al campo a respirar aire puro puede matarnos, no me atrevo. Tampoco quiero soñar, no es fácil, no es sano. Nos estrellaríamos con la realidad del ayer y con la realidad después del señor Arias. “Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves brisas al viento y al azar… El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos puede consolar,”como en el poema de Porfirio Barba Jacob. Y la joven que exhibe su ombligo marciano tampoco alienta la tarde, ni la voz del cura que aúpa la feligresía, Andrés Felipe Arias le ha hecho un mal al mundo, lo ha estancado en la tristeza, lo ha hundido en la depresión de los sustos. Vivimos bajo el síndrome de Arias, la sociedad ha muerto desesperada y sin esperanzas, se ha precipitado en el dolor de la impotencia. ¿Qué te pasa?, no preguntes.