VACÍO EN LA MISTERIOSA VIDA
Un buen amigo, académico, nacido en un pueblo de la rivera del río Magdalena, que todos los años la creciente del río destrozaba con inundaciones y los nativos se negaban a abandonarlo, a menudo decía, en tertulias que cubrían temas de toda índole para buscarle sentido a la vida, antes o después del oficio de la docencia, casi gritaba ¡yo soy el último mohicano!, alguien le preguntaba ¿por qué Alfonso? y él contestaba: en mi pueblo durante mi infancia pasé la viruela, malaria, dengue, fiebre amarilla, paludismo, cólera y otras enfermedades de cuyo nombre no quiero acordarme; y ¡aquí estoy carajo!, y ¡sin vacunas!, a la mayoría de mis coetáneos se los llevó la parca; además con un nombre “enzorrao”; ¿cómo así, Alfonso?; es que, en ese pueblo de mierda, mi nombre estaba maldito, los Alfonsos, tenían un pasado más que mediocre, flojos, pendejos, brutos, vulgares, tartamudos y hasta cornudos; de modo que nadie quería bautizar un hijo con ese nombre y a mí me lo clavaron. Cuando tuve razón suficiente comprendí que el entorno no me era favorable y decidí buscar mejores opciones, por ello llegué a Barranquilla a continuar mi proyecto de vida, en búsqueda de sentido.
Alfonso se hizo bachiller, luego Administrador de Empresas y por último docente en la cátedra de “Planeación Estratégica”, tecnología que analiza el pasado, diagnostica el presente, para visionar un futuro mejor, a menudo decía “la incertidumbre podría estructurarse en un continuo entre las falencias cognitivas y las sabidurías heredadas de la experiencia” o sea la menor incertidumbre en la placentera vida, la percibiremos en el momento de la misteriosa muerte y ya no podemos contarle a nadie nuestra experiencia de morir. Nacer y morir, principio y fin de hechos extremos y misteriosos del placer de vivir y éste debemos buscarlo. Los científicos nos han explicado el juego azaroso de la fecundación por el esperma más competente penetrando al óvulo fértil, derivado de la copulación y poniendo el primer eslabón en la cadena de la vida; también nos han explicado la degeneración celular en una especie de muerte lenta, por partes minúsculas, atraídas por la fuerza de gravedad. Pero, este paseo que le llaman normal en un contexto de mente sana en cuerpo sano, el placer sin excesos, buenas prácticas, como se sugiere en la planeación estratégica.
La azarosa y placentera vida, para pocos (y no tanto para pobres), planteada por el profesor Alfonso, como “principios” estratégicos que él enseñaba,no se corresponde cuando llega el momento ciego, el abismo o la depresión; allí reflexionamos diciendo parece que nos tumbaron, esto me huele a conspiración. Un día aparece un minúsculo, pero peligroso virus, quitador de vida, más pequeño que el esperma que nos la dio, nos arrebata los placeres conquistados, mediante tecnología, ciencia y cultura; nos llena de miedos y de dudas para el resto de nuestras vidas ante nuestra convivencia con el bien y el mal, para ello no hay vacunas. ¿Su origen es natural o hijo perverso del laboratorio?, todavía no lo sabemos, pero confiamos en que la ciencia está al servicio de la humanidad, y reflexionamos: ¿Será el momento de replantear la pertinencia de lo que enseñamos y hacemos? Desde su retiro el profesor Alfonso, el último mohicano, seguramente diría: “enseñemos la incertidumbre, es lo único creíble, el que te venda salvación, excelencia o certidumbre, algo te quiere quitar”.