tecnologia y corrupción
POR: Diobaldo Cesar Heredia Gutierrez
Hace ya casi cinco décadas un amigo empresario ya muerto, se lanzó a la arena política porque el presidente de la república de ese entonces era su amigo personal y consiguió bajo las banderas de un tal “movimiento revolucionario liberal” elegirse senador; hombre de padres libanices, pero nacido en Barranquilla con características de costeño jocoso, mamador de gallo, con una mentalidad innata de comerciante y lejos del convencimiento de las ideas que recitaba contra las injusticas y la corrupción de entonces. Un día un amigo maestro escuela primaria que le había reunido una votación importante y al cual el senador exaltaba por su liderazgo en “Barrio Abajo” de Barranquilla, le visitó en sus oficinas, donde yo fungía como contador en la empresa del senador y le solicitó un puesto en Aduanas o en la Administración de Impuestos; el senador soltó una carcajada y le dijo ¡Negro, no eres ningún pendejo pintado en la pared!, le recibió la hoja de vida y le espectó: ¡Te voy a conseguir la oportunidad de tu vida!; llamó por teléfono a su contacto o compinche y le ordenó; ¡ahí te mando al negro Cassiani para que lo nombres en el puesto de aforador de aduana!, escribió en un papel una dirección y le dijo al negro, preguntas por el Dr Rafael Caldera y le dices “aquí me mandó el senador”. Cassiani al oír, que el senador nombraba a Caldera, su conocido en campaña, como doctor le preguntó. ¿Desde cuándo Caldera es doctor? y el senador le respondió, “Acabo de titularlo y así debes tratarlo en sus predios”.
Tres meses después de su nombramiento, Cassiani volvió a la oficina del senador, este lo miró de pies a cabeza y le dijo ¡te ves muy bien!, Cassiani respondió ¡puras apariencias!; ¿Qué te traes? le especta el senador y Cassiani le muestra el volante de pago expedido por la Aduana.
Gano menos que un maestro de escuela a lo que renuncié le dijo Cassiani. El senador le mira a los ojos y le grita ¡negro tenías que ser y para colmo bruto!, Cassiani palidece, se confunde y pregunta inocentemente. ¿Por qué Doctor?; el senador se reclina hacia atrás en su mullido sillón y le dice, ¡te puse en ese puesto para que te rebusques! y pasándose la mano izquierda por la barbilla exclama ¡barba, barba, barba, Cassiani!; ¡coge ese cheque y regálalo, rómpelo o gástalo con las putas!; toma el teléfono, llama a su compinche y le grita: ¡Caldera, no has adoctrinado a Cassiani, Carajo! y cuelga el teléfono.
Ha pasado mucho tiempo, los cambios o saltos en tecnología y nanotecnología para la ciencia y las comunicaciones y los aparatos nos indican que ya no hay vida privada todo está en la nube: cámaras públicas y privadas, teléfono-computador-cámara-grabadora-televisor-rastreador-escaner-geo localizador-reproductor de música, tan potentes, versátiles y ocultables por su tamaño, gafas de realidad virtual para compartir emociones a través de señales cerebrales lanzadas por las neuronas, chips invisibles en la piel, ecte; todos asequibles a las IAS y pienso acerca de los instrumentos eficientes para el control de la delincuencia, tanto la vulgar como la de cuello blanco, que podrían acabar con las oportunidades conseguidas por los “honorables dueños del poder”; pero el afán o la desesperación por la obtención de la barba, coima, comisión o mermelada (dinero en bolsas, maletines, chuspas, etc) los delata con evidencias contundentes.
Para ejemplo los recientes escándalos propiciados en este País, por unos “honorables perseguidos
políticos”, que saquearon una vez más los recursos al departamento más pobre de la Nación, la Guajira, para después colaborar con la justicia, delatar la cadena estratégica y obtener más beneficios hoy, negociado la casa por cárcel y protección personal, para no trabajar más. Ya los pillos no tiemblan, negocian.
¿Deberían renunciar a su éxito ilícito y devolver todo?, ¿Lo harán?, ¡Mamola¡, diría un honorable santandereano ya muerto. ¡Aquí estoy y aquí me quedo! o ¿que renuncie mi jefe?, ¡Mamola¡; esta lucha parece perdida sin una autoridad que gobierne bajo preceptos éticos y desarrollo sostenible; sin una ideología zurda que premie a los incompetentes y delincuentes que otean su oportunidad en el delito.
El negro Cassiani, se quedó treinta años en la Aduana, no se quería jubilar, pero lo obligaron con una pensión mediocre, toda la vida exaltó a su honorable senador con una expresión un poco confusa e incomprensible para los decentes: “Todo lo que tengo, fincas, mansiones, carros, amantes y abultada cuenta bancaria, se lo debo a mi San Juan Senador, ahora mi pensión se la regalo a mis putas pobres”.
DIOBALDO CESAR HEREDIA GUTIERREZ.
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