TECNOLOGIA Y CORRUPCIÓN
Hace ya casi cuatro décadas un amigo empresario ya muerto, se lanzó a la arena política porque el presidente de la republica de ese entonces era su amigo personal y consiguió bajo las banderas de un tal “movimiento revolucionario liberal” elegirse senador. Hombre de origen libanés, pero nacido en Barranquilla con características de costeño jocoso, y mamador de gallo, con una mentalidad innata de comerciante y lejos del convencimiento de las ideas que recitaba contra las injusticas de entonces. Un día un amigo maestro de escuela primaria que le había reunido una votación importante y al cual el senador exaltaba por su liderazgo en “Barrio Abajo” de Barranquilla, le visitó en sus oficinas, donde yo fungía como contador en la empresa donde el senador era accionista y le solicitó un puesto en Aduanas o en la Administración de Impuestos; el senador soltó una carcajada y le dijo ¡Negro, no eres ningún pendejo pintado en la pared!, le recibió la hoja de vida y le espectó: ¡Te voy a conseguir la oportunidad de tu vida!; llamó por teléfono a su contacto o compinche y le ordenó; ¡ahí te mando al negro Cassiani para que le des el puesto de aforador!, escribió en un papel una dirección y le dijo al negro, preguntas por el Dr Rafael Caldera y le dices “aquí me mandó el senador”. Cassiani al oír, que el senador nombraba a Caldera, su conocido en campaña, como doctor le preguntó. ¿Desde cuándo Caldera es doctor? Y el senador le respondió, “Acabo de titularlo y así debes tratarlo en sus predios”.
Dos meses después de su nombramiento, Cassiani volvió a la oficina del senador, este lo miró de cabeza a los pies, le dijo ¡te ves muy bien!, Cassiani respondió ¡puras apariencias!; ¿Qué te traes le especta el senador? y Cassiani le muestra el volante de pago expedido por la Aduana. Gano menos que un maestro de escuela. El senador le mira a los ojos y le grita ¡negro tenias que ser y para colmo bruto!, Cassiani palidece, se confunde y pregunta inocentemente. ¿Por qué Doctor?; el senador se reclina hacia atrás en su mullido sillón y le dice, ¡te puse en ese puesto para que te rebusques! y pasándose la mano izquierda por la barbilla exclama ¡barba, barba, barba, Cassiani!; ¡coge ese cheque y regálalo, rómpelo o gástalo con las putas!; toma el teléfono, llama a su compinche y le grita: ¡Caldera, no has adoctrinado a Cassiani, Carajo! Y cuelga.
Ha pasado mucho tiempo, los cambios o saltos en tecnología y nanotecnología para la ciencia y las comunicaciones y los aparatos nos indican que ya no hay vida privada; cámaras públicas y privadas, teléfono-computador-cámara-grabadora-televisor-rastreador-escaner-geo localizador-reproductor de música, tan potentes, versátiles y ocultables por su tamaño, gafas de realidad virtual para compartir emociones a través de señales cerebrales lanzadas por las neuronas, chips invisibles en la piel, ete; y pienso acerca de los instrumentos eficientes para el control de la delincuencia, tanto vulgar como la de cuello blanco, que podrían acabar con las oportunidades conseguidas por los honorables dueños del poder como premio para sus seguidores; pero el afán o la desesperación por la obtención de la barba, coima, comisión (Dinero en bolsas, maletines, contratos, etc) los delata con evidencias contundentes. Para ejemplo dos recientes escándalos propiciados en Barranquilla, por un par de honorables, un senador y el contralor, ambos grabados y sin excusas. Deberían renunciar a su dignidad. ¿Lo harán?, ¡Mamola ¡, diría un honorable santandereano. ¡Aquí estoy y Aquí me quedo!; Están corrompiendo hasta el lenguaje.
El negro Cassiani, se quedó treinta años en la Aduana, no se quería jubilar, pero lo obligaron con una pensión mediocre, toda la vida exaltó a su honorable senador con una expresión un poco confusa e incomprensible para los decentes: “Todo lo que tengo, fincas, mansiones, carros y abultada cuenta bancaria, se lo debo a mi San Juan Senador, ahora mi pensión se la regalo a mis putas pobres”.