21 noviembre, 2024

Post-pandemia, a comenzar una nueva vida

Por Nicolás De la Cruz Picalua

El Covid-19 nos ha revelado, al romper el velo de la fantasía, con sus pliegues de hipocresía, demagogia, manipulación, populismo, falsedad, cinismo que cubría con espesura la realidad social, que vivimos en un paraje gris, confuso, lóbrego, deprimente y oprimente. En divorcio irreconciliable entre la autoridad “legítimamente constituida” y el pueblo que manejan. Pues quienes gobiernan son turbas de pilluelos que solo dejan caer basura, para que la gente se la pelee por montón sin conciencia de las miasmas de la miseria a las que las arrojan.

Muchas personas, la mayoría, lo cual es absurdo en un sociedad que se vanagloria de tener una forma de gobierno democrática, están repletas de derechos subjetivos pero gozan de  muy pocos derechos  objetivos; en las Constituciones Políticas de todos los países latinoamericanos, se pregona a bombos y platillos  que tenemos derecho a la vida digna, a la salud, a la seguridad alimentaria, a la educación, a la seguridad social, a la protección de la tercera edad, que los derechos de los niños están por encima de todo etc.,  pero bien observado esto con una segunda mirada, vemos que es puro “realismo mágico”, la mayoría de las  personas  asumen los derechos en su cotidianidad como reales sin jamás tener existencia verdadera, eficacia pues para las autoridades encargadas de hacerlos realidad son bagatelas.

El covid-19 hizo que la miseria tuviera visibilidad, fuera enfocada por las cámaras de la televisión lo que nos ha permitido ver desfilar rostros lánguidos abrumados, ceños desesperados  de madres solteras con sus bebes a cuestas pasando hambre, miradas perdidas en la decepción de un presente cruel y de un porvenir incierto, marchas de atribulados exigiendo bienestar social para todos, con tropezones insolentes, con  roces bruscos, atosigada por  la brutalidad jactanciosa de la policía irónicamente matando a quienes por obligación constitucional les deben garantizar y proteger  la vida.

Horrorizados vemos como a los líderes sociales, a los reclamantes de tierra que necesitan para producir alimentos, los masacran sin que el Estado haga nada para protegerles y garantizarles su vida.

Sintiendo vergüenza ajena atónitos, vemos que, en el hemiciclo de la democracia, el Senado de la República, donde se supone están los  representantes del pueblo, nuestro padres de la Patria, que deben ser probos, adalides,  honestos, sin mácula que reprochar  por no tener ninguna sombra de pecado o de deficiencia espiritual o moral; a un expresidente lo ponen preso por haber cometido unos delitos, los máximos jerarcas de la justicia penal como son los Honorables- aunque, de sus entrañas nació el infame, “Cartel de la Toga”- Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, él renuncia a su calidad de senador, y un Juez de menor jerarquía por la alquimia jurídica, al descubrir  que  la dádiva, cual piedra filosofal, convierte al delincuente en inocente,  lo deja en libertad; a otro que tenía un pie en la cárcel ante la delación de sus delitos por la senadora presa, con quien los cometió, sus compañeros de andanzas en el senado le tiran un salvavidas y nos lo nombran nada menos que presidente del senado y las aguas vuelven a su cauce normal dentro de ese lodazal, impregnadas del  efluvio dañino que desprenden  materias en descomposición en la tupida urdimbre de la corrupción que campea en ese putrefacto lugar. A otro senador, personaje grotesco por su anacronismo, que fungió como vicepresidente se lo cogen con las manos en la masa, infraganti, por una grabación que le hizo la víctima del delito, ahora nos dicen que va a salir de la cárcel la “picota”, donde la pasa a cuerpo de rey, en libertad, porque la grabación que le hizo el juez que no se dejó sobornar, es falsa. 

Todo eso  confuso  lo hemos detectado también  entre el cinismo de los  jefes máximos de los entes de control, fiscalía, procuraduría y contraloría,  denunciando crímenes de lesa humanidad, cometidos por Ministros, Gobernadores, Alcaldes, Contratistas Estatales, como es robarse los  dineros destinados a comprar los mercaditos de tantas personas famélicas, anunciado con cara adusta  castigos ejemplares, fingiendo hipócritamente severidad copiando del cenagoso fondo de la charca vil, la claridad del cielo, como si estuvieran  presionando para que les entreguen parte del botín y obtenido  el resultado del ruin propósito, silencio total, si dije algo, no me acuerdo, con  un manto de impunidad todo queda tapado, paralizado, petrificado el alaraco,  ante la indiferencia de una sociedad sumisa y oprimida

Pero más allá de lo lóbrego, vemos en la sociedad personas decentes, trabajadoras, honestas  que se mueven  cual   flores delicadas, en un paisaje acogedor movidas por un nuevo aire refrescante,  con  verdadero pudor, con  ilusiones puras, con ensueños de libertad, de progreso  y de paz,   que viven  en  nuestra sociedad;  que, están dispuestas a dar el cambio ambiental,  económico, cultural y político  impostergable que necesitamos todos para no sucumbir como seres humanos, pues entienden que la verdadera riqueza la produce la naturaleza, sembrado, cultivando y cosechando los frutos que da la tierra, para tener seguridad alimentaria, que comprenden que sin educación no es posible el saber que nos da acceso a la ciencia, a su aplicación práctica que es la tecnología y a todos los bienes que otorga la cultura, que tienen bien claro que el mejor sistema político es el que proporciona mayor bienestar material y espiritual a un mayor número de personas. 

Ahí están esas masas de la sociedad esperando que, un movimiento intelectual y científico, como ocurrió en Europa una vez superada la peste negra, las ilustre mediante la difusión de la ciencia, la técnica, las artes, el pensamiento político, para derribar todo lo oprimente y empezar post Covid-19, una nueva vida.

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