21 noviembre, 2024

La Pandemia Interior

Por: Aurelio Pizarro

Dice Rubén Blades que el poder no corrompe, que el poder desenmascara. Eso mismo es lo que nos está pasando a nosotros —al planetaentero— con el nuevocoronavirus. Antes que generar cambios en nuestras vidas, antes que hacernos desarrollar una nueva forma de movernos en el mundo, lo que en realidad está haciendoesta enfermedad es dejarnos al desnudo, poner al descubierto el catálogo terrible de nuestras fatuas personalidades.Y es que han bastado poco más de cuatro meses para que la vida, tal y como la conocíamos, se nos haya puesto patas arriba.

Pero no porque sea cierto que todos los elementos de nuestra existencia se hayan dado la vuelta, sino porque hemos tenido acceso a una visión real de nuestra forma de ser. Siempre hemos vivido así, de cara a esta realidad, sólo que entre ella y nosotros habíamos sabido interponer un tupidísimo velo. Hay un famoso experimento de mecánica cuántica —la paradoja deSchrödinger— que explica desde el punto de vista teórico el fenómeno de la superposición de los estados.Esto, en términos caseros, viene a significar que dos vertientes de una misma realidad coexisten hasta que la conciencia humana opta por elegir una de ellas. Es decir, el estado de la realidad se deriva de la percepción de nuestra mente: ¡Somos lo que pensamos!.

Pero nuestro problema ha radicadoprecisamente en ello, en esa dinámica ante la que casi siempre nos decidimos por la realidad más elemental, por la más cómoda, por la que no nos exige la necesidad de cuestionarnoso la de desafiar truculentos sofismas morales.

Con la llegada del coronavirus, sin embargo, hemos empezado a escandalizarnos por comportamientos de los que siempre hemos tenido conocimiento y que cobardemente habíamos consentido.Un ejemplo de ellos es la corrupción desaforada y la resignada actitud con la que el grueso de la población ha terminado normalizándola. ¿O es que acaso es nuevo que ante la más mínima oportunidad el sector financiero muestre su cara más salvaje y con la complicidad del gobierno acometa expolios vulgares y rastreros? ¿O esque acaso es nuevo que hasta para pagar un pasaje de bus—para situarnos en el estrato opuesto— el colombiano sienta el irrefrenable impulso de tumbar al cobrador o de colársele al más despistado de la fila del Transmilenio. Ahí estamos pintados nosotros, desde el habitante de calle hasta Santodomingo o Sarmiento Angulo: demostrando que somos los más inteligentes del mundo para evadir impuestos, para inyectar dinero a unas EPS que no van a gestionar la pandemia, para manipular los datos de contagios y hacer periodismo amarillo o para ponerle sobrecosto a una libra de arroz, a una lata de atún o a una botella de aceite. Pero también demostrando que lo somos para inventarnos trucos que nos permitan burlar el confinamiento, para ingresar celulares infectados y meretrices furtivas a nuestras cárceles o para asaltar, a la más mínima señal de inconformismo,un pequeño supermercado de barrio o un camión de transporte de alimentos.Eso sin mencionar ese tan miserable arrebato que nos está empujando a estigmatizar a nuestro personal médico mientras alabamos la ladina astucia de los políticos.Tenemos la suerte que nos merecemos y ella nos ha llevado a esta situación absurda en la que no avanzamos ni en la adquisición de respiradores ni en el inicio de los testeos masivos, todo gracias a que al presidente de la república se le ha dado por jugar a ser presentador de televisión antes del inicio de los noticieros.Como bien sentenció el Gloucester de El Rey Lear: “Es calamidad de nuestro tiempo que los locos guíen a los ciegos”, y la culpa de eso la tenemos todos: por no haber tenido la valentía de tomar las riendas de nuestro destino, por haberles permitido a nuestros gobernantes que nos hayan condenado a existir al margen de nuestras propias vidas. La pandemia, en consecuencia, ha sido provocada por la pulsión conjugada de la avaricia y el miedo, por ese bárbaro rastro de primitivismo que todos llevamos dentro.La pandemia no es el virus de la COVID-19, la pandemia somos nosotros mismos.

1 comentario en «La Pandemia Interior»

  1. Así es escritor, pero que se deja para el erario público de nuestros pueblos, debiendo dinero a sus extrabajadores y ningún funcionario hace nada por un acuerdo con ellos dejando que el erario público se desboque en pagos innecesarios esa es la función pública,”Digo yo” será que su espacio será garante del sentir del pueblo UD que si sabe de garantías y deberes…..

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