22 noviembre, 2024
Por: Joaquín De La Hoz Bolaños

Esta vez he querido esbozar sobre un tema tabú en nuestra sociedad, como es hablar de la muerte. Rehusamos tocar este tema quizás para ignorarla, para decirle ¡no te queremos aquí!, nada tan real en nuestras vidas como LA INCORREGIBLE MUERTE, ¡pero el momento llega!: un pariente, un amigo, un vecino, deja de existir, y entonces la realidad deliberadamente engavetada, se hace evidente. Abruptamente brota de nuestro pensamiento la pregunta pringamosera: ¿Por qué tuvo que morir?, entonces de manera incisiva esta pregunta nos taladra el cerebro, el trauma que nos produce saber que jamás podremos con ese ser, que yace tendido, conversar, compartir, nos vuelve infinitamente reflexivos.


Pero, ¿Qué es la muerte? ¿Acaso es necesario morir? ¿Habrá otra forma de existir sin la amenaza de la muerte? Para estas preguntas hay respuestas de todo tipo, desde las filosóficas, las mito-religiosas, las científicas y de cualquier otro tipo de enfoque. Total, todos tenemos una forma particular de entender, de interpretar la muerte; muchos consideran la muerte como un castigo divino por desobediencia; otros, como un paso hacia otra dimensión, o para la reencarnación; otros, como un necesario paso hacia la resurrección; otros, como el encuentro definitivo con un ente sobrenatural que no está esperando para estar a su lado; otros, como un placentero sueño sin que nada cause disturbios; otros, como la liberación de la cárcel del cuerpo para el alma; otros, como el simple hecho de acabarse la vida. De cualquier forma, la muerte nos causa dolor y sufrimiento.


Pienso, que la muerte bajo cualquier circunstancia no es más que es el colapso de los órganos de un cuerpo, el final de la conciencia del organismo vivo, la transformación de la materia ante la ausencia de oxígeno, de sangre. La muerte es la aplicación de una inexorable ley de la materia: la pérdida de la capacidad de sostener en algún momento el proceso homeostático, aplicable para aquella materia que se trasforma en células, en organismos. Contemplada desde cierto punto de vista pareciera ser lo más inteligente. La muerte es la sucesión de la vida, la cara dura hacia el cuerpo muerto, pero al mismo tiempo la generosidad hacia el que nace. Es cuestión de ceder espacio, comida, oxígeno, hacia el que acaba de nacer. Esta infalible ley es aplicable a todo ser vivo, ya sea de manera abrupta o de forma paulatina como el caso del cuerpo humano que se mantiene en relativo estado saludable, pero que con el paso de los años empieza a dar muestras inequívocas de su debilidad. Comienza como si estuviera tanteando el aire con sus manos para intentar tener mayor equilibrio y percepción, a masticar el agua que bebe, a confundir el presente con el pasado, a dar signos de flaqueza, de fragilidad ante las competencias físicas, psíquicas, que exige el estar vivo, señales irrefutables de senectud, de proximidad con la muerte.


Considero que lo mejor que nos puede ocurrir después de haber disfrutado la vida, es la muerte, razonablemente lo entiendo como un acto de justicia el poder lograr que ella llegase después de alcanzar el logro; lo que muchas veces ocurre es que ésta llega a tocar la puerta cuando aún estamos en plena edad productiva. Cuando esto ocurre el cuerpo comienza a presentar señales de decaimiento, de colapso, produciéndonos un tremendo choque emocional. No debería llegar en pleno esplendor de la vida. He aquí uno de los grandes problemas para el ser humano; nuestra mente rechaza de inmediato el tener que dejar existir, dependiendo de nuestras creencias, costumbres, pensamientos; buscamos acogernos de cualesquiera fugaz esperanza en medio de la incertidumbre que nos ayude a librarnos de estas señales; recurrimos a cualquier método llámese científico, religioso, mitológico o de cualquier otra índole que nos evite encontrarnos con la PARCA.


No llego a comprender por qué algunos piensan en la resurrección de los muertos como algo próximo a llegar, en un imprevisto día donde el planeta quede habitado por todos seres que alguna vez hubieran tenido vida, ¡Considero un absurdo contemplar esa posibilidad! No habría espacio ni alimentos para todos, ¡No me imagino ese loco mundo! Un mundo donde la muerte no exista, donde nadie muera es una estupidez. Afortunadamente para el equilibrio de los organismos, la biología es rigurosamente savia y hasta ahora es la que impone su ley, dejando cualquier teoría al respecto en meras especulaciones.

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