21 noviembre, 2024
Por: Pedro Conrado Cudriz

En estos días peligrosamente desesperanzadores, me preguntaba por qué seguir gastando dinero y tiempo en la lectura –acababa de comprar Océano mar de Baricco, Medio siglo con Borges de Vargas Llosa y Bailarás sin tacones de la barranquillera Claudia Lama. Algún monstruo desconocido debe estar atragantándose con los restos de mis miserias y mi alma destrozada. 

La esperanza ha perdido sustancia, la personal, la que nombran para no morir de tristeza, y la social, la que teje la comunidad para sentir la brisa y la risa del río. La esperanza sigue muy lejos del presente. Todo continúa igual porque el país sigue cayendo en el hueco profundo del no ser si se piensa ontológicamente y la sangre se escapa a borbotones por todas las venas rotas de la nación. Todo se ha ido desvaneciendo y las ciudades se han llenado de gorilas, querubines, gobernantes y uniformados proclives a la enfermedad de no querer vivir en democracia. Los periódicos nacionales y regionales repiten desde hace más de veinte años los mismos titulares de la paz y la guerra y los columnistas de opinión no hayan qué decir para seguir espiritualmente vivos. Seguimos cuasi muertos y le permitimos a la conciencia los grititos de la supervivencia para engañarla. 

La lucidez de la nación se agota, mientras la barbarie y la estupidez se incrementan en la cima del poder y en los niveles más bajos de los privilegios y los no privilegiados. Ya no hay más que decir, las palabras resultan inútiles, vacías, como las almas sin fondo. La justicia ya no es justicia ni el gobierno es gobierno. En este programado plan caótico de los que mandan me encuentro yo, confuso y a punto de perder la cordura. ¿Qué sentido tiene seguir leyendo o enderezando el espíritu si una horda de animales salvajes nos gobierna en medio de la incertidumbre, el miedo y la impotencia? Anhelo solo la contemplación de la luna o asistir a las insinuaciones de la belleza del paisaje, cero pensamientos, inclinación de 360º sobre la hierba inocente, alejación urgente de la urbe y los poderosos, vivir en la paz del campo, lejos de los medios de masas y quizás entonces, la belleza de la escritura de Baricco o el pensamiento literario y filosófico de Borges, y porque no la escritura de Lama, me regresen otra vez a la tierra de los sueños. Mientras la esperanza sea una utopía irrealizable, el hombre vacilará entre el cielo y el infierno. Estamos en toda la boca del Diablo. Y sin embargo, son los libros los que nos salvan de la agonía del vivir y los días. 

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