22 noviembre, 2024

LA CAÍDA DE LA CURVA

Por. Giancarlo Silva G.

Mientras andábamos distraídos con los cachos de Will Smith, la elección de Bad Bunny como compositor del año, la receta del pollo sudado de Paola Jara, la venta de James con la banca incluida, no notamos que llegamos al pico, la curva se aplanó y comienza lentamente a bajar.

Para poder afirmar esto se necesita tener claro que la curva se define por la tasa de contagio, que no es más que el porcentaje de casos positivos entre las pruebas realizadas, y no se mide por el número absoluto de contagios que no se contrasta con nada, y que solo implica un mero cúmulo de personas contagiadas en un determinado territorio. Es posible entonces que el número de contagiados aumente ostensiblemente, pero que la tasa de contagios no tenga mayor alteración.

El pico, a su vez, solo se muestra cuando se llegan a niveles sustancialmente altos y se empieza a descender gradualmente. El pico es casi que impredecible y solo se evidencia por el retrovisor cuando se empieza a bajar la curva.

La tasa de contagio empezó en Santo Tomás el 13 de abril en un 6%; Esta cifra fue subiendo de forma gradual y el 13 de mayo, es decir, un mes después, ya iba por el 11%; el 13 de junio frisaba en el 20% y el 13 de julio, 3 meses después del primer caso confirmado, estaba en el 24%.

A fecha del 24 de julio la tasa de contagio es del 26% y la tasa más alta, se verificó el 17 de julio con un 29%. La curva viene en descenso.

Aunque me apoye en la gráfica, trataré de explicarlo de otra forma.

En el mes de mayo se hacían 10 pruebas diarias en promedio y la tasa de contagio aumentó 12 puntos porcentuales; en el mes de junio se hicieron 14 pruebas diarias en promedio y la tasa de contagio aumentó 9 puntos porcentuales; en los 24 días del mes de julio se han hecho 40 pruebas diarias en promedio y la tasa solo aumentó un punto porcentual.

En plata blanca, aunque el número de pruebas aumente, la tasa de contagio se mantiene o baja.

Esta gráfica, aún más diciente que mis palabras, muestra el pico de contagios entre el 16 y el 18 de julio y que ese punto donde confluyen las dos líneas marca cuando la curva empezó a descender entre el 22 y el 24 de julio. Estas cifras pierden rigor en caso de un rebrote, que no respondería a la dinámica del virus si no a la incidencia de la desadaptación a los principios básicos del autocuidado.

¿Y cómo se explica que, en un municipio con reconocida desobediencia social, traducida en casi 2.000 comparendos, se presenten estas cifras?

Estas cifras se deben exclusivamente al cumplimiento de las medidas de aislamiento que obedecemos unos pocos y los cercos epidemiológicos de las autoridades, tanto por sectores como en los casos positivos. En ninguna circunstancia se deben a la publicación de los contagios por sectores (la más absurda de las cosas vistas en la cuarentena), ni al uso de la ivermectina, ni a la intervención de la sangre de deidad imaginaria alguna.

Estas conclusiones halagüeñas y estos números, presentados como un galimatías aritmético, nos deben servir de aliciente para que profundicemos el concepto de autocuidado como un acto de amor propio y un acto de amor por los demás; para que entendamos que solo con educación y cultura ciudadana saldremos avante de este trance y podremos afrontar mejor nuestra realidad; que nuestra nueva normalidad dista del fútbol y la cantina y se acerca más a la familia y el hogar.

La cuarentena no va a ser eterna. De hecho, estamos en su ocaso, pero prevalecerá por siempre el concepto de autocuidado como la programación cerebral que nos permite adaptarnos al riesgo y ser corresponsables de la protección comunitaria.

¡Menudo reto para la generación que anda atenta a Ana del Castillo, Yina Calderón, Iván Duque y demás pelafustanes que no conocen el decoro y la trascendencia!!

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