LA BRONCEMIA: enfermedad de los soberbios
El término Broncemia no aparece referenciado en el diccionario terminológico de ciencias médicas. Etimológicamente se referiría a los niveles de bronce en la sangre. Esta palabra fue acuñada hace más de 30 años por el cirujano argentino Narciso Hernández en la ciudad de Córdoba , y retomada espléndidamente por otro eminente cirujano argentino, el Dr Francisco Ochiuzzi en una charla TEDx en noviembre del 2011 sobre la cual me atrevo a hacer los siguientes apuntes.
La Broncemia es una enfermedad mental grave que se da en los ámbitos de poder e intelectuales, puede atacar a profesionales, políticos, banqueros, deportistas, o cualquiera que se crea perteneciente a grupos de élite. Quienes padecen esta enfermedad , y a medida que el bronce va invadiendo su organismo, terminan creyendo que son estatuas de bronce que merecen estar en lo alto de un pedestal en alguna universidad, plaza pública, edificio gubernamental, avenida o hasta en la escuela primaria donde estudiaron, para admiración de todos.
El enfermo de Broncemia pasa por dos etapas: la primera es el Importantismo, donde se cree tan importante que nadie es mejor que él. La segunda es la Inmortalitis y es cuando ya el bronce ha invadido todo su ser y el infectado por el metal cree que transcenderá por encima del tiempo y vivirá saecula saeculorum.
En la política se ven con frecuencia casos severos de la enfermedad en donde la arrogancia y egolatría inyectan cantidades enormes de bronce a los vasos sanguíneos desarrollando síntomas agudísimos de soberbia y solemnidad, aunque también se han visto casos en otros ambientes como la medicina, en el derecho, deportes, y empresa como anotamos al principio.
Es relevante la edad en esta enfermedad ya que suele aparecer alrededor de los 45 años, siendo los casos más severos en el grupo de los 55 a 65 años, aunque cada vez aparecen enfermos más jóvenes probablemente por los ríos de información en el ámbito informático. El sexo es igualmente importante ya que es más común en hombres, aunque con el advenimiento y auge del feminismo las mujeres invadidas por el metal son cada día más frecuentes.
La sintomatología del broncemico comprende una tríada que consta de: la “diarrea mental, la “sordera interlocutoria” y el “reflejo cefalocaudal.” La “diarrea” le hace hablar irrefrenablemente, sin bozal, de cualquier tema, hasta de lo que desconoce, con solemnidad, escuchándose a sí mismo, como si hablara desde el púlpito del sancta sanctorum a seres inferiores; la “sordera” siempre acompaña a la diarrea y le imposibilita el escuchar y convierte al enfermo de broncemia en un ser desarmónico con los que le rodean; el “reflejo cefalocaudal”, por último, hace que el broncémico camine erguido, con la espalda rígida, con apariencia arrogante, como si fuera uno de los dioses del Olimpo, debido a la severa acumulación de bronce en su columna vertebral lo que se hace evidente porque toma una “actitud Real”: mentón elevado, pecho inflado, gesto como si percibiera un olor desagradable, hay además endurecimiento de los músculos de los ojos lo que le impide al broncemico mirar hacia abajo, esto por infiltración del metal en esa zona, aquí el enfermo alucina que desayuna a diario con Dios y después podría atender los asuntos terrenales.
Imperceptiblemente y sin darse cuenta, los afectados no son conscientes de que la enfermedad llega a los músculos de la cara impidiendoles sonreír lo cual es uno de los primeros síntomas. Las cuerdas vocales se tornan más gruesas adquiriendo una resonancia de tal magnitud que cambia la naturaleza de la voz simulando el registro o tesituras de barítono. En esta etapa la enfermedad es aún reversible. La experiencia, los buenos maestros, la lectura de textos ajenos a su formación profesional, la música, la pintura u otras expresiones de humanismo que enriquezcan el espíritu alejan el peligro. Sin embargo, un porcentaje de estos enfermos al aumentar su cultura y ver expandido su conocimiento pueden convertirse en casos perdidos.
La única medicina eficaz conocida contra la broncemia es el espíritu de servicio, una variedad del amor al prójimo que obliga a quién lo practica a estar más atento del otro que de él mismo.
Ese espíritu opera como una vacuna infalible y evita la broncemia con una eficacia total. Hay que distinguir entre servicio y espíritu de servicio. El servicio es un acto de ayuda que incluso puede ser instintivo y no necesitar de la razón, en cambio, el espíritu de servicio es el profundo deseo de ayudar a aquellos que necesitan de nosotros. No es un acto, claramente es una actitud, una función de vida.
Hay que hacer autocritica para no caer en el Broncismo o salir de el
Excelente, Daniel ya lo habia leido en un aparte de medicos, haciendo alusion a la arrogancia de muchos colegas en forma similar, pero tu lo extendiste para el resto de profesiones.