16 septiembre, 2024

En Mi Casa Tengo Espejo

Por Giancarlo Silva Gómez

De un tiempo para acá ha hecho carrera la deleznable costumbre de saludar a las personas con frases lapidarias como:

  • ¡¡¡¡Tronco de barriga!!!!
  • Oye, ¡¡¡cómo estás de gordo!!!
  • ¡¡¡Nojoda que barriga tan grande la tuya!!!

A fuerza de señalar un defecto del interlocutor, han olvidado de plano el buen hábito de saludar primero con un: buenas tardes, buenos días, ¿cómo estás? ¿Cómo has pasado?…

Imagino que estas personas zahirientes tienen las abdominales de cristiano ronaldo o la silueta perfecta de Amparo Grisales en su juventud. Saludo a diario a personas con cuerpos perfectos, desprovistos de tejido adiposo extra, extenuados de tanto ejercicio, sílfides de pasarela, dechados de perfección.

A veces me gustaría responder su atrevimiento grotesco con delicadas respuestas como:

  • Y tu tremenda barrigota, ¿qué?
  • Pero lo menos no tengo mal aliento
  • No pues, el modelo de Versace…
  • Y tú, ¿cómo sigues del problema de disfunción? ¿Se resolvió con el cuarto examen de la próstata?

O si el asunto es enumerar o hacer un listado de defectos, podría dar como respuesta también:

  • ¡¡¡Se nota a leguas que no has leído un libro en años!!!
  • ¡¡¡Tanto ron te está acabando!!!
  • ¡¡¡Sigues igual de imbécil y borrego!!!

Pero la idea es cortar el círculo de ignorancia y sociopatía de quienes saludan o inician una conversación insultando al otro. Las normas de cortesía te obligan a callar y pasar por alto tal grosería y sonreír al ritmo de su estupidez.

Y digo que es un insulto porque desconoce las condiciones de salud, economía, metabolismo, entorno y demás variantes que determinan el cuerpo de los demás. ¿No han pensado, estos badulaques, que se puede tratar de una enfermedad de la cual la persona no quiere hablar? no es posible que por factores del ambiente no puedan perder peso? ¿O que en razón de su precaria condición económica no pueden acceder a las costosas dietas milagrosas? ¿O que la gordura les provoca ansiedad y depresión?

O simplemente, ¿no se les ocurre que les importa un bledo su opinión porque se sienten tranquilos con su aspecto? No será mejor ser gordo, barrigón, obeso, que mal educado?

En mi caso se trata de una adicción incontrolable por la coca cola, una alimentación desordenada y en ocasiones poco saludable, altos niveles de cortisol por el estrés, falta de sueño, y un largo etcétera que dan cuenta de mi condición mórbida e insana. No tengo problemas de autoestima por mi gordura, antes, por el contrario, intento hacerla soportable y funcional; eso es otra discusión que acometeré cuando escriba sobre la satanización de los carbohidratos y las azúcares.

Otra cosa es que, en medio de la misma conversación, después del saludo, se genere una broma o comentario jocoso sobre la barriga de alguien, lo cual es parte del estilo caribeño de mamarnos gallo los unos a los otros en medio de la jovialidad y el respeto. Eso lo entiendo; mi repertorio de respuestas graciosas es más grande que mi barriga. Mi crítica va dirigida a quienes lo hacen en el saludo, antes de romper el hielo.

A mis queridos amigos, familiares, vecinos o conocidos, les recuerdo que en mi casa tengo espejo, y de corazón, les sugiero que usen el suyo antes de saludar de forma tan peyorativa y ofender delante de terceros a quien te saluda con cariño o afecto. Antes de criticar con esa vehemencia y agresividad la apariencia de otros, revisa con detenimiento la tuya y no normalicemos la pésima costumbre de insultar a la hora de saludar.

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