El nuevo cantor de Fonseca
Conocí a Orlando Acosta “El nuevo cantor de Fonseca” a través de tres personas a las que quiero mucho: mi primo hermano, Jaime Luis Charris Pizarro y el matrimonio conformado por Julio Camargo y Milagro Bolaño Romero. Yo acababa de regresarme definitivamente de Europa y no estaba muy al corriente de la magnitud del personaje al que iba a conocer. Habíamos acudido los cuatro a la fiesta de un amigo común y, nada más llegar, mis tres compinches se apresuraron a presentármelo. Me produjo de inmediato una sensación de calidez, la impresión de que me hallaba frente a un amigo de toda la vida. Nos sentamos en torno a un whisky y empezamos a contarnos poco a poco nuestras vidas. En algún momento sonó un vallenato que él empezó a tararear y yo caí en la cuenta de que su voz se parecía demasiado a la que estaba sonando en el equipo de sonido. En ese momento descubrí que tenía enfrente a uno de los cantantes más grandes del país y que había grabado varios discos como voz líder del Binomio de Oro. Desde aquel instante empecé a sentir por él una enorme admiración; no tanto porque hubiera grabado con el Binomio de Oro, como por el hecho de que, en todo lo que habíamos hablado hasta el momento, no me lo había mencionado.
Y es que si hay algo que caracteriza al gran Orlando Acosta es, sin duda alguna, su enorme sencillez y su inigualable don de gentes. Después de aquel encuentro vinieron muchos que se desarrollaron bajo la misma dinámica y que a mí me sirvieron para corroborar su elegante modestia y su inquebrantable gallardía. Pero quizás de todos esos encuentros, el que más recuerdo fue uno que tuvimos en su casa —y al que asistí ya como invitado, no de pato— en el que estuvieron músicos de la talla de Julián Mojica (que un par de años después se convertiría en rey vallenato) y Luis Ángel Pastor “El Papa”, bajista y productor de Carlos Vives. Ese día tocamos y disfrutamos de lo lindo —yo me atreví a ejecutar el bajo y el acordeón al lado de ese par de monstruos— y cimentamos la base de una amistad que todavía hoy dura.
Precisamente esta noche de viernes que acaba de pasar se produjo un hecho curioso que me hizo revivir todos los matices que vivimos por esos días. Orlando ofreció un concierto virtual que congregó un número inusitado de espectadores dentro de los cuales estábamos los mismos cuatro compinches primigenios —Jaime Luis, Mila, Julio y yo— contemplándolo desde escenarios tan distantes como Barranquilla, Bogotá y Santo Tomás. La sensación, sin embargo, era la de que estábamos nuevamente juntos. No en vano el concierto en sí fue eso, la pura exaltación de la amistad. Orlando interpretó, con el acompañamiento de los dos reyes vallenatos, Julián Mojica y Fernando Rangel, sus grandes temas —Sufre corazón, El amor no basta y Pa’ quererte— junto a otro que es el éxito suyo que más me conmueve y que cantó acompañándose de la guitarra, como si estuviera en una mismísima parranda fonsequera. La canción se llama La dama guajira y fue compuesta por Hernando Marín y grabada con el acordeón de Israel Romero “El pollo Isra”.
Una vez terminado el concierto, los cuatro nos reunimos en una conferencia virtual a tres bandas para hacer un balance de la magia que acabábamos de vivir y dentro de las obvias manifestaciones de admiración por el desarrollo del espectáculo, se nos ocurrió la idea de que Orlando Acosta debería venir a Santo Tomás. Acordamos que, una vez que pasara el calvario de la pandemia, íbamos a hacer hasta lo imposible para traerlo y para bautizarlo —en una parranda de tres días— como hijo adoptivo de Santo Tomás. Será una parranda a la que no faltarán, entre muchos otros melómanos de vieja y nueva data, mi primo Félix Pizarro, Tito “Sensación” Mejía, Ramón Molinares, María Cristina Chamizo, Frensis Isaac Salcedo, Adolfo Pertuz Pinzón, Manuel Gaspar Pérez Fruto y Estelita, Moncho Conrado, Dina Luz Pardo Olaya, Fredy Quant, Iván Darío Fontalvo, Edinson y Manuel Charris Carrillo, Jori Salcedo, Julio Lara, Alberto Redondo Salas, Sucely Ariza, Isaías Bocanegra, José Pizarro, Isaac Navarro, Jesús David Charris, Mane Berdugo, Cristóbal Rúa, Janina Sarmiento, Johnny Charris, Rubén Llanos, Miguel Gamero, Mariano Pizarro, Humberto Fernández, Fabián Salcedo, Manuel José Muriel, Lisandro Adárraga, y toda la gente de “La Tropilla”, que será la encargada, durante esos tres días, de mantener encendido el fogón y bien frías las cervezas. Quizás parezca una francachela algo exagerada, pero Santo Tomás se merece eso. Orlando es uno de los cantantes llamados a sacar la música vallenata del pequeño bache en el que se encuentra y cuando eso ocurra, Fonseca, su pueblo natal, se sentirá sin duda orgullosa de él, pero también Santo Tomás, el pueblo del que pronto se convertirá en un ilustre hijo adoptivo.