21 noviembre, 2024

DE LAS EVIDENCIAS AL CONFORMISMO MEJOR NO SABERLO TODO

Por: DIOBALDO CESAR HEREDIA GUTIERREZ

Las falencias cognitivas o el analfabetismo parcial
constituyen el común denominador del ser humano en la
actualidad y en el pasado, las creencias superan con creces
nuestros saberes en la era del silicio, la disrupción
tecnológica ha cambiado el modus vivendi, somos obsoletos
programados y además perfilados en la nube (o en el cielo);
nuestros estudios no nos habilitan para el trabajo, cuando
nos graduamos en alguna profesión nos espera una
permanente actualización o especialización, en la búsqueda
de un nicho o experiencia en la que sabremos eficazmente
de un fragmento de la ciencia, de la tecnología o la técnica;
un oficio para vivir.Humberto Eco, sostiene por boca del protagonista de su
novela, “Numero Cero”, que “Los perdedores y los
autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores.
Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo,
y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de
la erudición está reservado a los perdedores.”. El personaje,
un perdedor compulsivo, en palabras de su exesposa, es un
documentalista golpeado por la mala vida, que es llamado a
dirigir un periódico insidioso que indaga en archivos secretos
de las altas esferas del poder civil y del eclesiástico para
agregarle suposiciones mentirosas y chantajear.
Acaso interpreta Humberto Eco a Darwin cuando sostiene
que “la inteligencia se basa en lo eficaz que las especies se
vuelven al hacer las cosas que necesitan para sobrevivir”. El
calificativo de malo o bueno de un acto, es una construcción
moral y ética del humano poderoso que ayuda al buen vivir,
pero, ¿quiénes han construido e impuesto esa escala de
“valores”? La respuesta es obvia: Los poderes de turno, esa
triada de ricos, religiosos y políticos.
La corrupción autorizada, los mafiosos en el congreso, el
defraudador en el gobierno y en la cárcel sólo ladrones de
gallinas, cerdos y vacas. Las personas decentes seguirán
votando a los truhanes en una vida llevadera hasta el
conformismo y mañana, será otro día. El parecido de estas
reflexiones analíticas sobre la novela de Eco, ¿tienen algo en
común con el contexto social que vivimos en América?, la
afirmación también es obvia, la corrupción es una ideología
que recorre en orbitas de izquierda a derecha o de arriba y
abajo en movimiento elíptico, con el centro de gravedad en
el dios dinero. Es sistémica, hasta el negocio de la guerra ha
sido santificado y el sufrimiento colateral de las victimas
compensado con la promesa de salvación. El hambre y la
peste constituyen el castigo impuesto por un narciso elevado
a la categoría de príncipe.
Necesitamos un sistema simple y radical, las flamantes elites
despóticas no llegan al poder solas, además de actuar bajo
teorías conspirativas, de polarización y beneficios exclusivos
a sus copartidarios que les permiten alcanzar cuotas de
riqueza y poder en el paso por el estamento. Hoy bajo el
pavoroso alcance de las redes sociales y de medios de
comunicación carentes de valores éticos venden falsedades
a su antojo y conveniencia. Los ganadores son los truhanes.
Las mal llamadas revoluciones, no lo han sido, terminaron en
una camarilla o roscas que convirtió el discurso vendido
(utopía) en distopia. El mundo, que funciona como un
sistema complejo, en la actualidad tiende hacia la entropía o
el desorden; de donde vinimos. La esperanza en medio del
desorden, es que emerja un orden reparador y justiciero.
Un observador neural diría que actuamos en contra del
sentido común, en contra de las leyes vigentes y poco
eficaces en que hoy se basa nuestra convivencia; somos
sordos, mudos, ciegos e ignorantes a conveniencia, auto
manipulación que muchas veces raya en cinismo o
narcisismo en los actos de comunicarnos. Mas allá del verbo
se esconden una serie de reacciones emocionales como
tristeza, alegría, miedo, ira, asco y sorpresa imposibles de
ocultar a nuestro interlocutor; “lo que pasa en la mente, el
cuerpo lo somatiza”, dicen los neuropsicólogos; las neuronas
espejo son parlanchinas. El observador sabe distinguir a
quién tiene en frente, no necesita escucharlo, sólo
observarlo, el discurso cubre la formalidad del arreglo.
A pesar de las evidencias y como no nos las sabemos todas,
nos adaptamos a los extremos, nos acomodamos; suena a
conformismo.

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