Cómo y por qué nos metieron los aparatos de sonido en los sepelios
La cultura como construcción humana no es estática; ella cambia a medida que evoluciona y se transforma la sociedad. Un ejemplo patético lo tenemos en la actitud nuestra ante la muerte y los sepelios. Tradicionalmente estos nos han producido sobrecogimiento y reflexión; un comportamiento de silencio y discreción, de voces de susurro y musitación. En la historia de la humanidad los rituales funerarios han presentado siempre características especiales, las cuales se asocian con lo sagrado y lo religioso no exentos de música, pero música sagrada; y en el caso cristiano, música gregoriana, nombre relacionado en el santoral católico con San Gregorio de Silos. Por otra parte, nuestros ancestros, las tribus africanas e indígenas realizaban (realizan aún) sus rituales funerarios acompañados con tambores, flautas y fotutos. Y la moderna ciencia neurológica (Llinás, Rodolfo, Damásio Antonio, Maojo, Víctor) ha descubierto que el cerebro humano en los procesos de sinapsis neuronal funciona como “una gran obra sinfónica”, una especie de orquesta filarmónica, comparable con los conciertos armónicos que arman las cigarras en el monte en las noches lluviosas. Todo esto debido a las propiedades eléctricas innatas de nuestro cerebro como la ritmicidad, la resonancia y la oscilación neuronal que nos inclinan a lo musical. Y si nos detenemos a examinar el sistema límbico, que regula las emociones, sean estas positivas o negativas como la alegría, la tristeza, la ira, el dolor y el placer encontramos que es un sistema abierto, es decir, que se contagia de una persona a otras. Por eso, reímos cuando otros ríen o lloramos cuando otros lloran.
Sin embargo, los sepelios han sido siempre un momento, un espacio donde reina la tristeza y el pesar; en resumen, un momento sagrado. ¿En qué momento, entonces, comienza a desacralizarse, es decir, a cambiar su naturaleza sagrada y a mezclarse con lo profano? La disrupción o ruptura comienza en la edad moderna con la secularización de esta, vale decir con la extensión y predominio de lo profano sobre lo sagrado; primero fueron los traquetos palabra que en Colombia se refiere a las personas que trafican con drogas ilícitas pero que también se puede relacionar con traquetear, es decir, producir ruido, estrépito. Y en el caribe, si somos ruidosos, bulliciosos, con tendencia a la algarabía por ser extrovertidos y muy gregarios. Sin lugar a duda, los traquetos fueron los primeros en meterle música a los entierros, Luego, gente muy sentimental siguió con “un millón de amigos” de Roberto Carlos; y ahora, el asunto ha seguido con la canción que mas le gustaba al difunto y más allá.
Es posible no separar de manera tajante lo sagrado de lo profano, al punto que en el carnaval, festividad profana y de la cultura popular, se parodian las letanías, invocaciones o plegarias religiosas que en carnestolendas sufren un volteo crítico y pierden su carácter sagrado convirtiéndose en groserías contra las personas, ciertos grupos sociales o las dignidades de cierta jerarquía: Autoridades civiles y religiosas.
También, en la Edad Media, de acuerdo con Mijaíl Bajtín, teórico ruso de la cultura popular y los fenómenos de la carnavalización en la literatura, en algunas procesiones o desfiles religiosos, principalmente el de Corpus Christi, al final de los mismos, iban ciertos disfraces de monstruos, gigantes y enanos que hacían burla de lo que estaba sucediendo al comienzo de los mismos. Y en Paipa, Boyacá, igualmente observamos una especie de disfraz en una procesión del 25 de diciembre.
Finalmente, no se debe descartar que con la música en los sepelios, al igual que con el disfraz de la muerte en Carnaval se pretenda ahuyentar o espantar el fantasma de esta como diciéndole al difunto “Nos duele que te hayas ido, sí, pero aquí la vida continúa”.
Profe magistra y muy contundente,vale para una conversada larga
Los que hoy transitamos por el último tercio del Sexto Piso de nuestra existencia (sesentones); recordamos que el festejo por un Matrimonio, duraba Ocho días y el acompañamiento Material, Espiritual y Religioso por un fallecimiento, se extendía a un Mes; con desayuno, almuerzo, cena, calentillo, tinto …/y, el infaltable Cuentero o Cuentachiste para mantener el equilibrio emocional.-Las Niñas aprovechaban el espacio, para que sus pretendientes se animaran …/.-Ese status quo empezó a cambiar con el desarrollo y progreso de Santo Tomás de Villanueva.-Llegaron a la Televisión las Telebovelas y otras hierbas aromáticas y, ahí inició el acompañamiento de los jóvenes en los velorios solo hasta las 8 o 9 de la noche.-Lo de los cantos en la inhumación del cadáver. me sorprendió un entierro, acompañado por Monjas de la Normal de Fátima …/.-Ellas nos explicaron que los Palenqueros “lloraban cuando nacían y cantaban cuando morían”.-Nosotros como dice el profesor Pablo, iniciamos cantando “Un Millón de Amigos”; “Una Madre no se cansa de esperar”; “Hay que Morir para Vivir” y, ahora La Ranchera, el Vallenato o el Reguetón que le encantaba al difunto; resuena a todo timbal en los equipos de sonido de los vehículos acompañantes, en la cantina de Chichi y en la de Romance Marino.-¿Es esnobismo, absorción cultural, penetración cultural, o solo una banal copia o imitación de los parceros barranquilleros?.-////Por Jairo Berdugo.-
Considero que a través del tiempo los seres humanos cambian, pues la cultura hace parte del ser por ende todo el tiempo se crea un ciclo cultural cambiante.
Ahora bien el este tipo de costumbre hacen parte de un subgrupo cultural, pues el nombre CULTURA es extenso recordemos que mi yo termina donde inicia el espacio del otro. Entonces todo parte desde esa premisa.
Y cabe aclarar que algunas costumbres son aprendidas por otros, otros sólo lo hacen por ser uno más del montón y no muchos por su verdadero esencia.
Por: Sandra Milena Gutiérrez Chamorro