22 diciembre, 2024

AQUÍ HUELE A CARRO NUEVO Y GENTE INTELIGENTE.

Por. Federico Santodomingo.

Hay que admirar a los hombres fieles a los principios que pregonan. En alguna oportunidad, Gabo reconoció que Cien Años de Soledad era una vallenato de 365 páginas. Y su pasión por la yuca la mantenía cultivando su amistad con algunos juglares del vallenato. Entre esos, Leandro Díaz con quien en uno de esos festivales de acordeón sabanera, en San Juan ,fuimos jurados. La dinastía de los Díaz como solemos llamar los colombianos en forma monárquica a nuestra descendencia, fue honrada, en el mundo por el colombiano más inteligente del mundo al citar en la dedicatoria de su novela , unos de los versos de La diosa Coronada.

Nada menos como diría Rañao, dedicado a la suya, como fue Mercedes Barcha a quien da la impresión García Márquez, le fue absolutamente fiel. Después de este acto amoroso de la escritura, nuestro Nobel invoca al juglar: “En adelante van estos lugares ya tienen su diosa coronada.” Y comienza la historia de las almendras amargas de los amores contrariados de El amor en los tiempos del cólera.

No tengo claras las razones por las cuales esta fiesta organizada por el Club de Profesionales de San Juan Nepo, Bolívar, estaban varios escritores de la Costa como Leo Castillo para aquella época un vegetariano que lucía muy bien en esta tierra donde el ñame es el centro gastronómico de todas las preparaciones de la viandas de la región. Y súbitamente el temible para aquella época, poeta, José Luis Hereyra quien había ocupado mi sitial en los afectos de Abel Ávila porque como dijo José Luis Diazgranados, pariente de Gabo, poeta también, me había ganado el premio gordo de un viaje a estudiar a Moscú, quien además de formidable guía de todos nosotros apaciguaba los encontrones de los briosos jóvenes de esos tiempos.

Ya, un homenaje al escritor Arrieta, recuerdo, en medio del festival de acordeones. Para esos días yo había comprado mi primer carro de color morado parecía una sobrepelliz de obispo andante. Por esta razón, se me encomendó la gloriosa misión de ir a recoger al juglar. Yo siendo un firme admirador de sus canciones y su singular tono melódico acepté con inmenso placer. Subimos como cabras de las calles empinadas a recogerlo y después del consabido grito costeño, bajó Leandro y se subió. Más demoró en sentarse cuando afirmó con certeza de oráculo campesino: “Aquí huele a carro nuevo y gente inteligente”.

Nos sentimos alabados,en especial ,el otro jurado de fama por esas comarcas, como es Abel Avila Guzman. Yo recordé una de las alusiones de Gabo a una de sus creaciones cuando afirma “el valse confidencial de la diosa coronada en las madrugadas de viento”. Y con la duda metódica que me caracteriza pensé cuando se refirió a Escalona como el intelectual del vallenato, que nuestro Nobel le había sido infiel porque las múltiples citas trascendentales que hace de Leandro Díaz en su sencillo y fenomenal texto novelado El amor en tiempos del cólera demostró que elevó al ciego de oro a la categoría de unos de sus ídolos con su ronca voz provenientes de los oráculos de su corazón de varias mujeres en su vida.

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