Aquellos niños aprendieron a producir
Nos mecemos entre la violación de la ley y la mala crianza de los hijos: si les asignamos trabajo a nuestros niños, es muy seguro que nos sancionen por explotación de menores de edad y, tal vez, seamos castigados por la justicia, incluso con prisión; y si no les delegamos oficio a los pelaos, entonces corremos el riesgo de que se formen sin orientación laboral, se hundan en las aguas de la pereza, se arraiguen en la dependencia y hasta caigan en las garras de las tantas amenazas que hoy nos brinda la sociedad.
En tiempos pretéritos, los padres, según el oficio que desempeñaban, así conducían a sus vástagos en el llamado trabajo material: el hijo del campesino hacía una pequeña “rosa”, aprovechaba la resaca del ajonjolí, les daba agua a los burros, cortaba leña y pajareaba cotorras; el del carpintero acompañaba a su viejo al sitio de trabajo y allí: “cógeme esa tabla, pásame unos clavos de tres pulgadas, pon ese formón en la caja de las herramientas”;el del albañil aprendía a preparar mezcla, a pegar ladrillos… cada muchachito asimilaba algo o mucho del oficio paterno. ¡Ah! las niñas pelaban la yuca, pilaban, molían, remendaban ropa, cocinaban y hasta lavaban y planchaban. Y nunca les faltó la sonrisa en la inocencia de sus rostros ni experimentaron discriminación. Tampoco quedó lacerado su cerebro con traumas de ningún tipo. Y aún bajo esa costumbre, fueron al colegio, terminaron la secundaria con excelentes calificaciones, ingresaron a la universidad y, muchos de ellos, se convirtieron en buenos profesionales. Desde luego, también pateaban bola, jugaban al bate, al escondite, a la lleva… elevaban cometas, bailaban trompo, se daban de trompadas con los vecinos, asistían a fiestas, se enamoraban, salían a pasear y, cuando alcanzaban la mayoría de edad, se colaban unos alcoholes. Hoy, levantan con orgullo la bandera de aquellos recuerdos y les agradecen a sus padres el haberlos conducido por los senderos laborales.
Me pregunto: ¿se califica como delito que el señor que vende guarapo se haga acompañar de sus hijos para que lo ayuden? ¿Cuándo entenderá la sociedad que después de los diez años de edad, una persona está en capacidad de aportar para el bienestar de su núcleo familiar? ¿Por qué nos amedrentan con la figura de explotación infantil cuando ponemos a producir a los chicuelitos?
Aclaro: me refiero a una producción que no desemboque en maltrato, ni exceda las capacidades físicas del niño, ni sea fuente de enriquecimiento ilícito para avivatos.
Considero que los niños pueden y deben producir, siempre que no se les castren derechos como el sano esparcimiento, la educación, la buena salud y el libre desarrollo de la personalidad… es tiempo de acabar con esa franja humana que chupa la sangre del trabajador, simplemente porque se les acostumbró a depender del más pendejo.
Feliz este analisis muy profundo, lo malo es la explotacion a que someten a menores
Excelente
Totalmente cierto y claro
Muy buena reflexión
Tan cierto como bien escrito