Acerca de Santo Tomás y su apócope Santoto
La lengua o idioma es una entidad viva, dinámica, que evoluciona y cambia con el tiempo, el desarrollo económico social y los cambios culturales; como práctica social, su construcción corresponde a la comunidad de hablantes; sin embargo, hay que distinguir la lengua oral y la escrita. La lengua oral, por lo general, es mas descuidada en el uso particular de cada hablante; la escrita, por el contrario, exige mas esmero y cuidado. Las diferencias entre una y otra son tan considerables que si escribiéramos conforme hablamos, de pronto no nos entenderíamos. Basta observar la escritura de enunciados lingüísticos registrados en la forma en que los pronunciamos: “Quiero ma´jagua, ´Tate quieto”. Generalmente, por pereza lingüística, facilismo o ligereza los hablantes suelen cercenar o cortar fonemas al hablar que luego escriben tal como los pronuncian.
Este fenómeno ocurre en la publicidad comercial y en las redes sociales. De un tiempo hacia acá el nombre de nuestro pueblo Santo Tomás se viene utilizando en forma de apócope SANTOTO; forma forzada que deja al patrono San y a Tomás TOTO; y digo forzada porque en el Santoral Católico el apócope funciona para algunos nombres: San Gabriel, San Nicolas, pero no San Tomás, igual para Santa Catalina, Santa Rosa etc.
Esta misma práctica prosódica de cortar y suprimir sonidos en la pronunciación debió haber inducido a nuestro acucioso e inquieto amigo Ricardo Charris a sostener que no existió San Bartolo, nombre del puerto colonial tomasino al que también le cercenaron de un tajo el fonema ME, del nombre del santo que sí existió. El riesgo de aparejar lengua hablada y lengua escrita es el de no trascender en la comunicación más allá de la frontera local a los hispanohablantes con formas lingüísticas restringidas al uso local. Finalmente, nuestra identidad como pueblo y como municipio está reconocida por su nombre: pueblo o municipio de Santo Tomás.